La historia del Cristo negro
La Ciudad de México está llena de leyendas y mitos. Sin embargo, pocos conocen la historia del Cristo negro, un crucifijo que se encuentra dentro de la imponente Catedral Metropolitana en el corazón del Centro Histórico.
Se dice que el crucifijo tiene su origen en el sincretismo de la cultura española y azteca. Los antiguos mexicas solían asociar el color negro con Tezcatlipoca, el dios del cielo y la tierra. Algunos sugieren que el color fue usado por los españoles para que los nativos pudieran asociar de manera más fácil la divinidad con Jesucristo durante la evangelización.
Sin embargo, hay otras versiones que afirman que la figura tiene que ver más con un supuesto milagro que cambió el color del crucifijo, ganándole así el apodo “Señor del Veneno”.
Dice la leyenda que el crucifijo era blanco cuando arribó a México en un barco español durante la conquista. Sin embargo, su color cambió gradualmente cuando la figura salvó la vida de un creyente.
En la época colonial cuando México era la Nueva España, existía un hombre llamado Don Fermín Adueza que era rico, virtuoso y se llevaba bien con todos. Iba a la iglesia todas las mañanas a rezar ante el Cristo. Sin embargo, su sencillez y la buena vida que llevaba provocó envidias. Ismael Treviño, otro hombre rico carcomido por los celos, decidió un día obsequiarle un pastel con veneno.
El buen Fermín se lo comió sin pensarlo dos veces. El pobre hombre no llegó a sentir los síntomas pero estaba destinado a morir. Rezó esa mañana ante el Cristo como de costumbre y le besó los pies en un acto de reverencia. Se dió cuenta que sus labios habían manchado la base de la figura y eventualmente todo el Cristo se tornó negro – es decir, absorbió el veneno para que Don Fermín pudiera vivir.
Ahora el Cristo permanece en la Catedral quizá como un truco de la iglesia para ganarse a aquellos adeptos que no simpatizaban con un dios de tez blanca y ojos azules.
Se dice que el crucifijo tiene su origen en el sincretismo de la cultura española y azteca. Los antiguos mexicas solían asociar el color negro con Tezcatlipoca, el dios del cielo y la tierra. Algunos sugieren que el color fue usado por los españoles para que los nativos pudieran asociar de manera más fácil la divinidad con Jesucristo durante la evangelización.
Sin embargo, hay otras versiones que afirman que la figura tiene que ver más con un supuesto milagro que cambió el color del crucifijo, ganándole así el apodo “Señor del Veneno”.
Dice la leyenda que el crucifijo era blanco cuando arribó a México en un barco español durante la conquista. Sin embargo, su color cambió gradualmente cuando la figura salvó la vida de un creyente.
En la época colonial cuando México era la Nueva España, existía un hombre llamado Don Fermín Adueza que era rico, virtuoso y se llevaba bien con todos. Iba a la iglesia todas las mañanas a rezar ante el Cristo. Sin embargo, su sencillez y la buena vida que llevaba provocó envidias. Ismael Treviño, otro hombre rico carcomido por los celos, decidió un día obsequiarle un pastel con veneno.
El buen Fermín se lo comió sin pensarlo dos veces. El pobre hombre no llegó a sentir los síntomas pero estaba destinado a morir. Rezó esa mañana ante el Cristo como de costumbre y le besó los pies en un acto de reverencia. Se dió cuenta que sus labios habían manchado la base de la figura y eventualmente todo el Cristo se tornó negro – es decir, absorbió el veneno para que Don Fermín pudiera vivir.
Ahora el Cristo permanece en la Catedral quizá como un truco de la iglesia para ganarse a aquellos adeptos que no simpatizaban con un dios de tez blanca y ojos azules.


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